24 jun 2011

Fiesta de acordes y MP3

Sintonizaba algo en FM; curiosamente y en contraste con el tema que hoy trato, lo hacía a través de un viejo aparato de radio; casi nostálgico, esto me remitió a lo expuesto en variados paneles de discusión que fueron encabezados por expertos de la industria musical y por renombrados personajes en la escena cultural y artística, recién que la Universidad estuvo de feria.

Parece ser que lo que ocupa ahora los tiempos de los estudiosos en la materia, es primero, el esfuerzo por explicar el reciente fenómeno entre los procesos creativos y los procesos de comunicación, es decir, el cómo se distribuye y divulga la obra del autor en los nuevos medios masivos pautados por la tecnología moderna, que, siendo de un dominio cada vez más generalizado y a escalas globales, da pie, a la segunda prioridad de los investigadores: la protección de la obra y la garantía para los creadores.

Las horas empleadas en el análisis situacional, son apenas la punta del iceberg, pues no hace falta ser perito para percatarse que nos encontramos justo en el momento de un radical cambio en el terreno de las artes y casi en todas las áreas, cambio que tuvo su origen con la revolución de las computadoras y que tocó numerosas cúspides en la década pasada; para encontramos después con la verdadera labor: la búsqueda del establecimiento e implementación de los derechos de autor.

Una reconocida academia de música del país, emprendió un estudio en el que presentan y es observable el aumento casi geométrico de los usuarios que cuentan con una conexión a Internet. Mientras que 1984, los aparatos conectados a la red llegaban apenas a mil, en 2008, esa cifra superó los mil millones.

Para consolidar un público cautivo considerable (50 millones de personas), lo que tomo a la industria radiofónica más de 38 años y a la televisión 13, Internet lo consiguió en 4. Desarrollos posteriores como IPod o Facebook, requirieron tan solo de un par de años para lograrlo y el trofeo se lo adjudica la tienda en línea ITunes, que tan sólo en 12 meses alcanzó las 70 millones de descargas y al día de hoy, supera las 6 mil millones, lo equivalente a una canción por cada habitante del planeta.

Fueron 65 mil millones de dólares las ganancias producidas por la industria de la música en el 2009 y un crecimiento de 25% en el mercado de la música digital, con un valor de 3,700 mdd. En contraposición, ese mismo año la industria petrolera tuvo un crecimiento de 16.5%.

A finales de los 00’s, los autores recibieron ganancias superiores a los 2,400 mdd por la utilización de sus obras y tan sólo en Estados Unidos, las canciones usadas para amenizar lugares públicos, antros y bares; generaron 1,600 millones de dólares en utilidades para los compositores.

El estudio demuestra también que en el 2009, la industria de conciertos y espectáculos en vivo, concibió 20,800 mdd alrededor del mundo, pues fueron casi 71 millones de personas las que asistieron a algún concierto durante ese año; y que las descargas musicales a teléfonos celulares, han generado ganancias mundiales de 1,555 mdd en canciones y 6,815 mdd en ringtones.

Bien, pareciera que la creatividad es muy bien pagada, que hay producción musical para rato, y, con datos como los anteriores, concluiríamos que el barco de las artes va viento en popa.

No habría mentira más grande. Ni la suma de todos los conceptos anteriores se aproximaría a los 200 mil millones de dólares anuales alcanzados por la piratería en contexto global. De hecho, existen focos, como nuestro país, que ni siquiera sumando los ingresos turísticos, las entradas monetarias por remesas y las ganancias petroleras de un año, obtendría cantidades por encima a las percibidas por su industria pirata.

Estrictamente en materia musical, y acorde al informe de la Asociación Internacional de Productores Fonográficos (IFPI), titulado “Protegiendo la creatividad en la música”, alrededor del 95% de las descargas musicales de Internet, son ilegales. En 2007, se vendieron 1,200 millones de discos copiados alrededor del globo, se afirma que éste tráfico genera un volumen de negocio de 4,500 mdd anuales y que uno de cada tres CD’s que se compra a nivel mundial, es producto de la piratería.

El impacto que nuestro país arroja a éste estudio es de tomarse en cuenta; hemos sido considerados el mayor mercado de la industria musical en Latinoamérica, y, sin embargo, sólo el 32% de los discos compactos que circulan en territorio nacional, son auténticos, equivalente a decir, que siete de cada diez fonogramas vendidos, no son originales.

Si todas las ventas por éste concepto fueran legales, México oscilaría entre el quinto y sexto mercado musical del mundo.

Con toda ésta numeralia en la cabeza de los especialistas y con una fuerte convicción, dio inicio la Feria Internacional de la Música (FIM), el nuevo proyecto de la Universidad de Guadalajara, que busca, como ya lo han hecho sus vitalicios hermanos, la FIL y el FICG, ser un punto de encuentro para el ámbito artístico nacional y figurar en la panorámica internacional de la cultura.

En ésta, su primera edición, contó con un sinnúmero de actividades e invitados especiales, que iban desde talleres y conferencias, pasando por muestras fílmicas y de negocios, hasta conciertos y showcases exclusivos, siendo sede, toda la Zona Metropolitana de Guadalajara.

El ánimo que prevaleció a lo largo de los cuatro días de feria, fue más bien de escepticismo y concientización sobre el delicado periodo por el que la industria está atravesando, ya que asunto que se desarrollase al interior de su marco académico, vivió la inevitable incursión, a por lo menos alguno de los dos grandes temas que se posicionan ahora como ejes rectores: Internet y propiedad intelectual; ánimo que se desahogaba por la noche, cuando los excelentes conciertos arribaban.

En su panel, Moisés Cielak, Director de la Academia de Influencia Digital, Capacitación y Consultoría; sugirió que es justamente la música, quien en todo momento ha dado rumbo a la web.

Sergio Arbeláez, conferencista invitado, gestor cultural y productor colombiano, indicó que la experiencia social de escuchar y hacerse de música, tiene un antes y un después de Internet.

En el ajetreo de su ponencia, Roberto Cantoral, Director de la Sociedad de Autores y Compositores de México; se aventuró a puntualizar que los autores son los primeros en crear, y los últimos en ser reconocidos.

Y el debate se hizo…

Los puristas del encuentro, señalaron incluso, que no hace mucho, los términos "bajar" o "descargar", fueron acuñados por la sociedad 2.0, a fin de disfrazar actividades como el hurto o los daños a terceros; y así, de cierta manera, descalificarse de ladrones y deshonrados.

Me pareció entonces, muy interesante y debatible, aquesta comparación sugerida por uno de ellos, en la que se mencionaba que no existe diferencia alguna entre robar un automóvil y descargar una canción.

Las respuestas no se hicieron esperar, encabezadas por la nueva generación, se argumentó la invalidez de dichas aseveraciones, se cuestionaron las prácticas de aquellos que hoy tienen las riendas en el gremio, se respaldó la completa y absoluta libertad de los cibernautas y se buscó un intercambio de garantías entre ambas escuelas.

La copia es pues, trascendental en la historia, centenarios ya han pasado desde los primeros robos intelectuales, y como todo en el tiempo, ha evolucionado, se eficienta y crece.

Muy tarde han llegado las leyes que buscan delimitar ésta actividad, pues la tecnología de la información, se ha abierto un amplio camino, libre, casi sin obstáculos y en ensanchamiento; y lo que lleva recorrido, parece incomparable con los apenas primeros pasos del “copyright”.

Delinquir en la actualidad, parece cosa de todos los días, nadie quedaría absuelto, todos hemos quemado un disco, hemos bajado un libro, hemos descomprimido una película, hemos descargado la canción de nuestro agrado, streams ,P2P, torrents, etcétera; que arroje la primera piedra el que no haya tecleado nunca COPY + PASTE.

HECHO I: Al apostar por la legalidad se encuentra la otra cara de la moneda, la caciquista y plenipotenciaria, que mantiene exorbitando sus precios evitando que la cultura llegue a todos, que favorece a personajes de irresoluto potencial musical convirtiéndolos en “estrellas”, que acoge a los majors, a los séquitos de MTV y a las multinacionales casas disqueras, que han priorizado la cuantía y se han dejado de preocupar por la calidad de sus artistas, por cierto, las grandes ausentes de ésta Feria Internacional.

HECHO II: Tras la caída de Napster, cientos de similares nacieron y con el tiempo otro tanto de métodos y comunidades virtuales destinadas a albergar, dotar y compartir la música o contenidos que buscas, de manera totalmente gratuita, sencilla, segura y en muchos casos, hasta especializada.

HECHO III: Apple. Que con su hardware y comunidades virtuales, la compañía de la manzana mordida ha combinado lo mejor de ambos planteamientos, haciendo de las descarga en línea además de una actividad legal, un método ameno, con valor agregado para sus usuarios, con el que las disqueras se han sentido aliviadas y ha puesto a sus competidores a pensar de manera similar.

¿Quién me decía hace poco: “todos, incluso sus competidores, están a la expectativa de lo que haga Apple para tener un punto de partida”; y quién más el otro día: “¡ITunes no!, Taringa”?
Ejemplos claros en la defensa de prácticas y opiniones.

Por lo anterior y sin escrutar más, no resulta sorpresiva la conducta colectiva actual; miles, y cada vez más, se refugian en la casi infinita posibilidad de interacción y compendios que la web nos ofrece, que en aras de mejorarla, la enriquecen y que se enarbola hoy como el medio de comunicación más libre de todos los tiempos. Contribuyendo, las propuestas autónomas han encontrado en Internet la mejor plataforma para la presentación de su trabajo, y muchos han sido ya los casos de artistas que han brincado de su garage a la fama mundial, gracias a los motores digitales.

No obstante, los filos existen por doquier, la apuesta de los consumidores por las iniciativas independientes puede resultar en un mal sabor de boca, pues con tan variada oferta, sería muy fácil encontrarse con expresiones que no aportan en lo más mínimo a la escena, o que ya de plano, son basura. ¿De cuántos de los artistas indie que escuchamos hoy, seguiremos teniendo noticas en 50 años, como el caso de algunas propuestas que el mainstream nos ha dejado?

Una de las ideas que apremio y que está siendo considerada seriamente por la industria musical, es la de la posibilidad de educar públicos antes, durante y después de brindar productos y servicios, intención que reduciría enormemente el consumo de piratería, forjaría panoramas, brindaría mejores oportunidades de incursión para los nuevos entusiastas, y garantizaría el sustento económico de todos los involucrados del complejo creativo. La contrariedad es, que se requeriría de una inversión en demasía, el proceso sería lento y se podría llegar a una crisis antes de alcanzar un punto de equilibrio.

Coincidiendo con Arbeláez, también director de Circul-Art, la divulgación de la cultura en nuestros días, es inteligente, viene precedida por una serie de procesos que determinan la gente que es a fin al proyecto, la industria ahora, por tanto, es de nichos.

En la FIM, a los más vanguardistas, los escuché incluso sentenciar a muerte a los discos compactos y a la televisión ésta misma década, y, asimilándolo, tal declaración no tiene nada de absurdo, una pieza de museo más, como el acetato, el floppy, el cassette o la VHS.

Lo único cierto es que estamos en medio de la nueva revolución, una que se vive detrás del teclado, que ya no pretende llevar a sus diccionarios aplicables, palabras como “mecánico” o “analógico”, de la que obligadamente somos parte y que el único rumbo que tomará, en ésta ocasión, será el que nosotros le demos.
Foros como el realizado por la Universidad a mediados de éste junio, reúnen distintos esfuerzos y pluralidad de criterios, que se homogenizan y dan norte esa revolución; involucrarse en ellos, ya es cosa de cada quien, por lo pronto enhorabuena y esperamos Feria Internacional de la Música para rato.


3 jun 2011

Más que apatía...

Llamó mi atención escuchar por ahí: “Puerto Vallarta, ciudad de las artes 2011”; comenté al respecto y se generó un debate de esos que ya tienen conclusiones claras e implícitas pero que nadie llega a ellas, -como a propósito-.

Las actividades que nuestro puerto ha enmarcado desde enero del presente año, se han visto afectadas por un fenómeno que ocupa ya las cabezas de los “intelectuales” y especialistas, en orden de combatirlo: la falta de interés en las personas por involucrarse en estos acontecimientos; ergo, apatía.

A pesar de los múltiples esfuerzos emprendidos por los sectores académicos, artísticos y culturales de la región, tanto en el ámbito de creación como en el de divulgación, es imposible dejar de observar el desinterés en la sociedad por envolverse, contribuir o ser participes de estos tópicos.

Como en una cuestión de oferta – demanda o mercadológica; aún con los diferentes foros, plataformas y medios que ahora existen para la presentación de intenciones de calidad, empero que el factor creativo continúa siendo una esfera que merece atención, apoyarla y desarrollarla; el problema ha empezado a radicar en el consumidor al que los resultados van dirigidos: ¿Porqué los públicos no acuden?, ¿las convocatorias están mal diseñadas?, ¿de dónde emana la problemática, del codificador, del canal?, ¿el problema viene acaso de los mismos receptores?.

En muchos de los casos, éste tipo de actividades, son de carácter gratuito o requieren de una aportación apenas simbólica o de recuperación, son altruistas, patrocinados, apolíticos, con muchos y buenos talentos involucrados; y, aún así, apenas volteados a ver por el grueso poblacional. Otro tipo de eventos, sin embargo, cumplen con creces todo el proceso, a pesar de no ser precisamente cualitativos o piezas nuevas para el acervo personal o social.

Para la temática que atañe, entonces, aún con las ofertas en la mesa, sigue sin existir un número considerable de demandantes.

Después de las candentes opiniones y pseudoconcluir que todos somos culpables, esos planteamientos, me condujeron a establecer la siguiente hipótesis:

La falta de participación colectiva es un problema sociocultural y educativo.

No la comprobaré, ¡que flojera!, además, ya casi es hora del concierto de Daddy Yankee y Ninel Conde.